Comentario
Durante el reinado de Enrique VI los desastres militares en Francia y los ataques de demencia del rey provocaron un estado de anarquía en el que se desataron las contenidas rivalidades dinásticas entre distintas ramas de descendientes de los hijos de Eduardo III. A la muerte de Enrique V (1422) los territorios ingleses en Francia fueron regidos por el duque de Bedford, pero la minoría de Enrique VI (1422-1442) propició el enfrentamiento por el poder entre dos ramas de los Lancaster: los Beaufort, hijos legitimados de Juan de Gante, encabezados por el obispo de Winchester Enrique de Beaufort y Humphrey, duque de Gloucester y hermano de Enrique V. Al alcanzar la mayoría de edad,
Enrique VI rompió el equilibrio entre bandos nobiliarios al inclinarse por Beaufort y el conde Guillermo de Suffolk. Esta situación se agravó con el impopular matrimonio del monarca con Margarita de Anjou, consecuencia de las treguas con Francia de 1444. La sospechosa muerte del duque de Gloucester (1447), la simultanea de Beaufort y el envío del duque Ricardo de York a Irlanda dejaron el poder en manos de Suffolk, que no pudo evitar la sucesión de derrotas en Francia. En 1450 la pérdida de Normandía provocó el levantamiento del campesinado de Kent dirigido por Jack Cade, lo que coincidió con el regreso de Ricardo de York, miembro de una rama menor de los descendientes de Edmundo de York (hijo menor de Eduardo III). De vuelta en Inglaterra, el duque de York encabezó a los descontentos.
En un clima de tensión creciente, en el año 1453 se conjugaron la derrota final en Francia, el regreso de las tropas derrotadas, la primera crisis de locura de Enrique VI y el nacimiento del heredero Eduardo, que rompió la esperanza en un próximo cambio dinástico. En esta tesitura Ricardo de York tomó el poder ante la locura del rey y el temor al gobierno de la reina Margarita. Sin embargo, en 1455 Enrique VI recuperó el juicio y Ricardo de York fue derrotado por los realistas en Saint Albans. Al dividirse las instituciones del reino entre los bandos enfrentados, esta batalla se convirtió en el primer acto del conflicto civil conocido como Guerra de las Dos Rosas, que enfrentó durante 30 años a las casas de Lancaster (rosa roja) y de York (rosa blanca).
Ricardo recuperó brevemente el poder, pero sufrió una segunda expulsión en 1459 a manos de los Lancaster agrupados por la reina Margarita, quien aprobó la proscripción de los York en el Parlamento de Coventry. Un ano después los yorkistas derrotaron a sus enemigos en Northampton y Ricardo reclamó el trono, obligando a Enrique VI a nombrarle heredero. Sin embargo, el 30 de diciembre de 1460 el duque de York fue derrotado y muerto en la batalla de Wakefield. Sus partidarios entronizaron entonces a su hijo Eduardo de la Marche, quien derrotó totalmente a los Lancaster en Towton (1461). Poco después entró en Londres y alegando la locura de Enrique VI se proclamó rey como Eduardo IV con el decisivo apoyo de Ricardo Neville, duque de Warwick.
Eduardo IV (1461-1483) protagonizó un agitado reinado marcado por las maniobras del duque de Warwick (llamado con razón "Kingmaker") y por la fragilidad de la victoria de los York. Enrique VI, Margarita de Anjou y el heredero Eduardo se refugiaron en Francia, de modo que la Guerra de las Dos Rosas degeneró rápidamente en una prolongación de la Guerra de los Cien Años. Eduardo IV consolidó su poder en 1465, encerrando a Enrique VI en la Torre de Londres. Sin embargo, su estabilidad dependió siempre del apoyo de los clanes fronterizos de los Percy en el norte, los Pembroke y Jasper Tudor en Gales y los poderosos Neville, al mando del duque de Warwick. El matrimonio de Eduardo IV con Elisabeth Woodville supuso el auge de su familia y el desplazamiento de Warwick, lo que precipitó la alianza de éste con Margarita de Anjou (1469). Un año después el duque de Warwick liberó y restauró en el trono a Enrique VI. Eduardo IV huyó entonces junto a su pariente Carlos el Temerario, pero regresó en 1471 y con apoyo borgoñón y de la Hansa derrotó al duque de Warwick en Barnet y a las tropas de Enrique VI y el príncipe Eduardo en Tewkesbury. Las muertes de sus tres enemigos y la derrota total de los Lancaster dejó el trono en manos de Eduardo IV. Este tomó grandes represalias en las que murió Enrique VI (mayo-1471). Hasta 1483 Eduardo IV dirigió firmemente el reino, aunque nunca consiguió consolidar su dinastía en el trono. En su política exterior destacó la paz con Luis XI firmada en Picquiguy (1475), considerada el último acto oficial de la Guerra de los Cien Años. El rey inglés renunció a su alianza con Borgoña y al trono de Francia a cambio de 75.000 escudos más una renta de 50.000 anuales. Eduardo IV murió en 1483, dejando el trono a sus hijos menores Eduardo V y Ricardo de York tutelados por su hermano Ricardo, duque de Gloucester.
Este siniestro personaje acusó a sus sobrinos de bastardía, los encerró en la Torre y ordenó asesinarles. A continuación, usurpó el trono y se coronó con el nombre de Ricardo III (1483-1485), iniciándose la crisis final del conflicto dinástico de las Dos Rosas. En un ambiente de hastío por la guerra y los abusos del feudalismo bastardo surgido en la época, se formó una coalición entre los familiares de los asesinados, antiguos yorkistas y legitimistas de ambos bandos en un amplio partido apoyado por Francia. Como cabeza se situó Enrique Tudor, heredero colateral de los Lancaster y futuro marido de Isabel de York, hija de Eduardo IV. Esta coalición derrotó a Ricardo III en la batalla de Bosworth (1485), en la que murió el usurpador. Enrique Tudor se proclamó entonces rey con el nombre de Enrique VII (1485-1509) y puso fin a la Guerra de las Dos Rosas. Con él comenzaba el gobierno de los Tudor y la reorganización de la monarquía autoritaria moderna en Inglaterra.